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Bajo nivel educativo y desconocimiento sobre el envejecimiento

Las personas que ahora tienen 60 y más años de edad, pertenecen a una generación donde el analfabetismo y la baja escolaridad fueron una característica permanente durante varias décadas. Aún hoy, una importante proporción de este grupo poblacional continúa sin saber leer y escribir, lo cual no solamente les impide alcanzar objetivos preventivos en distintos ámbitos y aspectos de su vida, como por ejemplo en salud y en el cuidado de su propia seguridad, sino que también les resta oportunidades para elevar su bienestar y calidad de vida.

Los problemas educativos no afectan exclusivamente a la población anciana sino que también, en otra forma, el desconocimiento que tiene el resto de la población sobre los problemas del envejecimiento y la vejez, genera prejuicios sociales acerca de este proceso, lo cual condiciona otro problema a los ancianos como las dificultades para su participación social y su integración plena a la sociedad.

Asimismo, la sociedad no valora debidamente las habilidades y experiencias ganadas por los ancianos a lo largo de su vida en diferentes aspectos y peor aún, las nuevas generaciones no reciben este nuevo bagaje y no se beneficia la comunidad con un proceso de transmisión y acumulación de conocimiento.
En nuestro país no existen programas que incorporen activamente a los ancianos para la transmisión de sus conocimientos ni tampoco programas que permitan a estas personas de 60 y más años recibir capacitación laboral que les refuerce sus destrezas y puedan seguir participando competitivamente en las actividades productivas.

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