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El Tiempo Libre de los Mayores.



El tiempo libre es una de las tres áreas que conforman nuestro desempeño ocupacional, las otras dos son la productividad y el automantenimiento, ninguna se destaca más que la otra, ya que un equilibrio a nivel cualitativo y cuantitativo entre estas es lo que refleja el grado de la salud.

En la niñez el juego permite crear, aprender, construirse como personas para lograr afrontar las etapas futuras del curso vital. Por medio de la exploración en el juego el niño se adueña de su ambiente, lo domina.

En la adultez y en la vejez el tiempo libre se basa en la recreación; es transformar las estructuras, resignificarlas, permite prepararnos para las etapas siguientes, permite mantener o reconstruir la identidad, afrontar las diversas situaciones desde un lugar en el que se está permitido errar, por que así se continúa aprendiendo.

La vejez es un período de cambios significativos para el individuo; se va recortando el entorno; se viven pérdidas de roles, de proyectos, de grupos y de personas significativas, esto está acompañado por el declinar fisiológico normal de las funciones orgánicas. Si a estos cambios se le suma un incremento nostálgico de la interioridad, un declinar en las habilidades para desarrollar lazos vinculares y un accionar de auto segregación se transita por un envejecimiento patológico.

Las personas recurren a un grupo por una determinada temática, por una propuesta interesante, ya sea para mantener una pasión o para cumplir con un anhelo nunca satisfecho.
Me refiero a que las actividades deben ser significativas para la persona, ya que de otra manera no se lograría un real compromiso y sólo representará la manera de mantenerse ocupado.

El grupo que tiene por objeto realizar actividades de tiempo libre, no sólo se reduce a esto, ya que el formar parte de un grupo permite elaborar pérdidas, crear puentes para poder construir o reconstruir nuevos lazos y así desplegar capacidades en desuso o desarrollar nuevas y mantener la continuidad identitaria.
Por esta razón cualquier espacio de tiempo libre debe habilitar un espacio de reflexión en el cual los participantes puedan poner en palabras las vivencias que se manifiestan en estos espacios y en la vida cotidiana.

Este espacio debe ser manejado con riguroso cuidado, teniendo en cuenta la individualidad y la historia de vida de cada participante. Todas las experiencias vividas se resignifican desde una perspectiva diferente, se piensan y se sienten de otra manera. Es como releer un libro luego de veinte años.

Esto es lo que posibilita un grupo de reflexión: habilita, apoya, sostiene el trabajo de reelaborar vivencias desde otra perspectiva. Esto a la vez permite prepararse mejor, posicionarse mejor, para afrontar vivencias novedosas y específicas que se suceden en la edad adulta

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